Pablo Barragán

La más que interesante temporada de conciertos con los que el Teatro Villamarta de Jerez quiere complementar este año su programación musical se abrió con un espléndido y brillante concierto a cargo de tres jóvenes músicos que demostraron que la excelencia y la musicalidad no tienen nada que ver con el carnet de identidad. Sobre todo cuando se juntan tres talentos cuya suma es el resultado exponencial de la adición de sus talentos individuales, porque la sintonía, la comodidad y la alegría de tocar juntos dieron como resultado una velada para el recuerdo.

Abrió el programa el Trío KV 498 de Mozart, pieza de la cual los tres intérpretes supieron entender su carácter dialógico, teatral, con réplicas del más genuino regusto operístico. La manera en que se iban pasando las frases unos a otros, la igualdad en la articulación y el equilibrio medido al milímetro dieron lugar a una versión transparente y luminosa, fundamentada en suaves transiciones dinámicas y en una articulación non legato muy cuidada. Floristán optó por notas picadas y dinámicas muy controladas que no se superpusiesen a un Barragán de sonido dulce y muy matizado y a un Stadler todo terciopelo.

Con igual transparencia y ligereza textural abordaron el Op. 11 de Beethoven, con un Floristán de espectacular digitación y un Barragán capaz de regular el sonido con exquisito gusto. Los tres se recrearon en una línea cantabile en el Adagio, para volver a una articulación saltarina en el Tema con variaciones final.

La rotundidad y la profundidad del fraseo llegaron con el impresionante Op. 114 de Brahms. Aquí salió a flote, desde el tumultuoso brotar del primer tema, el sonido redondo y poderoso de Stadler, tras un sorprendente pianissimo sobre el registro grave de Barragán. El fraseo fue a todo lo largo de la obra de gran intensidad, rico en sforzandi y en pasión, recalando en la más fina poesía en la manera de moldear las líneas melódicas del Adagio, con un diálogo resplandeciente entre Barragán y Stadler.

Andrés Moreno Mengíbar